Hay montañas de poemas que son traducidos y reproducidos exclusivamente para ponerlos en los cuadernillos de discos de música clásica o los programas de recitales y conciertos. Por dar un ejemplo, si quisieras tener en tus manos un poema de Schiller y lo buscaras en el Fondo de Cultura, Gandhi o el Sótano de Miguel Ángel de Quevedo, en la Ciudad de México, tendrías mucha más suerte comprándote cualquier CD de la novena sinfonía de Beethoven y sacando el cuadernillo dentro de la caja que buscando un libro. Sucede lo mismo con Friedrich Rückert, Willhelm Müller y muchos otros.
Como la mayoría de las demás víctimas de ese fenómeno, la obra de Richard Dehmel (1863-1920) sólo se ha traducido al español para incluirla en los programas que explican la música de otros. Sus poemas circulan mucho más como obras secundarias, accesorias a las canciones de Anton Webern, Richard Strauss y piezas de Arnold Schoenberg (entre varios), que como obras valiosas por sí mismas. Dehmel fue uno de los poetas más influyentes del modernismo alemán y sus textos son preciosos y provocadores: su ausencia en nuestros estantes es una lástima.
Llegué a Dehmel como la mayoría de los hispanohablantes: por la música que inspiró, en particular la Noche transfigurada (Verklärte Nacht) de Schoenberg, con la ironía de que no tiene ninguna de sus palabras. Durante los primeros meses de la pandemia, un buen amigo me prestó Leaving Home, siete dvds en los que Simon Rattle busca resumir la transformación de la música orquestal en el siglo XX. En el primero de la serie, Rattle habla sobre Schoenberg, su Noche transfigurada y el poema de Dehmel con el mismo nombre. Así sintetiza el poema:
A woman is alone in the forest. She is pregnant. She meets her lover and tells him that she is carrying a baby which is not his, and in true romantic fashion, the tension is released in the man’s acceptance of this, saying that this child in your womb will become transfigured, and it will become the child of our love by this miracle.[1]
La corta narración de Rattle y la música —que es fantástica y sobrecogedora— bastaron para atrapar mi atención. Busqué el poema e hice una traducción sencilla. El momento es oportuno, porque a finales de la temporada 2019-2020 y a lo largo de la 2020-2021, las grandes orquestas no se han podido reunir en sus números usuales. La versión original de la pieza de Schoenberg, escrita en 1899, es para dos violines, dos violas y dos violonchelos. La revisó en 1917 y 1943, convirtiéndola en una pieza para una orquesta de cuerdas. Como no necesita muchos músicos, la Filarmónica de Berlín la tocó dos veces el año pasado, un número inusualmente alto. No es queja.
La idea central de la Noche transfigurada —que los vínculos afectivos y la compasión nos elevan a un nivel más alto de humanidad y son capaces de llenar de sentido a nuestra vida— resuena especialmente con las carencias de nuestro largo aislamiento. Incluyo la traducción y mi versión favorita de la aproximación de Schoenberg, para sexteto de cuerdas.
Noche transfigurada (trad. Armando Gaxiola) Mujer y mundo, Richard Dehmel, 1896 | Verklärte Nacht (original) Weib und Welt, Richard Dehmel, 1896 |
Dos figuras caminan por una arboleda fría y vacía, la luna corre a su lado, ellas la miran. La luna corre sobre robles altos. Ninguna nube turba la luz celeste que alcanzan los picos negros. Habla la voz de una mujer: Concebí un niño y no es tuyo, camino a tu lado en pecado. Cometí una gran ofensa contra mí: Dejé de creer en la felicidad, pero tenía un anhelo intenso de llenar mi vida de sentido, de alegría materna y compromiso. Ahí cometí una audacia, dejé que mi sexo, estremecido, fuera tomado por un hombre extraño y quedé bendecida como resultado. Ahora la vida se vengó: Ahora te conozco a ti, ay, a ti. Ella avanza con pasos torpes. Mira hacia arriba, la luna corre a su lado. Su mirada oscura se ahoga en luz. Habla la voz de un hombre: Que el niño que recibiste no sea un peso en tu alma. ¡Ve con qué claridad resplandece el universo! Es un brillo que rodea todas las cosas. Flotas conmigo en un mar helado, pero un calor peculiar centellea, fluye de ti a mí y de mí a ti. Este acto transfigurará al niño ajeno, y darás a luz a un hijo nuestro. Trajiste el brillo a mí y me hiciste niño de nuevo. Él la toma por su fuerte cadera. Sus alientos se besan en el aire. Dos figuras caminan por la noche, clara y elevada. | Zwei Menschen gehn durch kahlen, kalten Hain; der Mond läuft mit, sie schaun hinein. Der Mond läuft über hohe Eichen; kein Wölkchen trübt das Himmelslicht, in das die schwarzen Zacken reichen. Die Stimme eines Weibes spricht: Ich trag ein Kind, und nit von Dir, ich geh in Sünde neben Dir. Ich hab mich schwer an mir vergangen. Ich glaubte nicht mehr an ein Glück und hatte doch ein schwer Verlangen nach Lebensinhalt, nach Mutterglück und Pflicht; da hab ich mich erfrecht, da ließ ich schaudernd mein Geschlecht von einem fremden Mann umfangen, und hab mich noch dafür gesegnet. Nun hat das Leben sich gerächt: nun bin ich Dir, o Dir, begegnet. Sie geht mit ungelenkem Schritt. Sie schaut empor; der Mond läuft mit. Ihr dunkler Blick ertrinkt in Licht. Die Stimme eines Mannes spricht: Das Kind, das Du empfangen hast, sei Deiner Seele keine Last, o sieh, wie klar das Weltall schimmert! Es ist ein Glanz um alles her; Du treibst mit mir auf kaltem Meer, doch eine eigne Wärme flimmert von Dir in mich, von mir in Dich. Die wird das fremde Kind verklären, Du wirst es mir, von mir gebären; Du hast den Glanz in mich gebracht, Du hast mich selbst zum Kind gemacht. Er faßt sie um die starken Hüften. Ihr Atem küßt sich in den Lüften. Zwei Menschen gehn durch hohe, helle Nacht. |
[1] «Dancing on a Volcano», Leaving Home, televisión, Channel 4, 1996.