Narrativa

Diario de un idiota

Por Mikaela Huet-Vray

01 de marzo (12:05 p.m.)

Sigo aquí sigo aquí. Ya ha pasado un mes. Estas cuatro paredes blancas me asfixian. Sigo aquí. Quiero salir. Ojalá no se olviden de mí.

(1:46 p.m.)

No sé qué hacer. Qué estará haciendo Sarita. Trato de mirar por la ventana a ver si tal vez alcanzo a ver mi casa desde aquí. Pero no distingo nada. Deben estar almorzando.

(4:11 p.m.)

Tomé una siesta, me sentí chiquito otra vez. Extraño ser chiquito. Y colorear. Ojalá tuviera crayolas.

(7:01 p.m.)

Hay un reloj colgado en la pared. Por eso puedo saber tan bien la hora. Precisión. Me gusta. Es mi pequeño lujo. Ya van a apagar las luces. Chao. 

02 de marzo (9:34 a.m.)

Cielo azul y pájaros afuera. Pajaritos. Piu piu. pipipiu.

(9:36 a.m.)

La hora cambia muy rápido.

(9:37 a.m.)

Y muy lento a la vez. Tal vez duerma todo el día.

03 de marzo (8:41 a.m.)

Menos pájaros. Más gritos de noche. No sé por qué estoy aquí. No he hecho nada malo. No me dejan hablar mucho con los otros. Sarita no ha venido a visitarme. Qué pasa. Me siento triste.

(2:22 p.m.)

Voces al lado. Qué envidia.

(6:53 p.m.)

No he hecho nada malo, lo juro. Solo quiero salir y jugar con Sarita.

04 de marzo (10:20 a.m.)

Hoy es día de gelatina. Y de visitas. Qué emoción. Me voy a arreglar.

(5:51 p.m.)

Me tuvieron que dormir. Mamá vino sola. Sarita no vino con ella. Por qué Sarita ya no me quiere mami. Sí te quiere mijito pero este no es lugar para niños. Yo soy un niño mami. Sí pero es diferente, tú sabes mi amor que lo hago por tu bien, y además Sarita está en el colegio. Yo también quiero ir al colegio mami.

Papito ya me tengo que ir, vuelvo la próxima semana. Mami no te vayas, llévame contigo, no me dejes aquí mami no me gusta.

Pero se fue y estuve muy triste y por eso me tuvieron que dormir un rato. Sigo cansado. Hasta mañana.

05 de marzo (7:12 a.m.)

No me gusta tanto escribir. No sé a quién le estoy hablando y eso no me gusta. Supongo que me hablo a mí mismo. Yo soy el único que lee esto. Bueno aunque a veces mi enfermera Cata lo lee. Dice que es muy interesante y que debería escribir más sobre cómo me siento y menos sobre los pajaritos y el cielo. Pero yo no le hago caso.   

(3:31 p.m.)

Me aburro. dks oppppppp fffffff WWWW. m    e       a      b   u   r  r  r  r  r  r o   o o.

(3:33 p.m.)

(3:34 p.m.)

(3:37 p.m.)

(3:38 p.m.)

No se me ocurre nada. Perdón Cata. Sólo estoy cansado. Aunque hoy un copetón estaba cerquitica de mi ventana.

06 de marzo (6:04 p.m.)

Hoy no me siento bien. Hablé con Mamá por el teléfono del pasillo. Me dijo que la semana que viene no iba a poder venir como me había dicho porque iban a operar a Sarita. Qué tiene Sarita mami. Nada mijito, no te preocupes. Pero me preocupé porque la escuché sorber por la nariz como cuando lloraba. La llamada se desconectó y grité mucho. Cata y Mariana me arrastraron a mi cuarto y me dieron mis pastillas.

Por qué ya no puedo ver a Sarita, Cata. No entiendo. Cata miró por un segundo a Mariana y se arrodilló en frente de mí. Dieguito, te acuerdas de lo que pasó antes de que vinieras aquí. Sí, estábamos en el parque Mamá, Sarita y yo. Y no te acuerdas de nada más. No, Cata, no me acuerdo. Qué pasó. Pero Cata no me dijo nada. Me acarició la cabeza y se fue con Mariana.

07 de marzo (9:33 a.m.)

No me acuerdo. No me acuerdo. No me acuerdo. Cómo estará Sarita. Mamá no ha llamado. Sáquenme Sáquenme. Cata ayúdame a ver a Sarita por favor.

(9:34 a.m.)

A Sarita le gustan mucho los helados de pistacho.

(9:35 a.m.)

A Sarita le gusta mucho correr y rodar por el pasto. Por eso siempre vamos al parque de al ladito de la casa.

(9:36 a.m.)

Sarita y yo a veces nos peleamos. Yo soy más grande que ella pero Sarita es muy rápida y a veces me pega duro. Eso me enoja.

(9:37 a.m.)

Mamá siempre nos regaña cuando peleamos. Juego de manos, juego de marranos, dice siempre. Pero nosotros no le hacemos mucho caso.

(9:38 a.m.)

Fuimos al parque ese día. Peleamos como siempre. Le jalé el pelo. La empujé al piso. Y después. No me acuerdo. No me acuerdo. Mi mami gritó. ¡Para Diego!¡Déjala ya, qué haces! No me acuerdo. No me acuerdo. Cata ayúdame.


Mikaela Huet-Vray es una autora colombiana (Bogotá), estudiante de letras en la Sorbona. Ha publicado poemas en el fanzine Serpiente de Montaña, iniciativa independiente colombiana.

Narrativa

Petirrojo

No me podía levantar de la cama. Cada día era más difícil. A pesar de la terapia y de las pastillas, la falta de luz en invierno me partía el alma. Mi vida se me estaba resbalando entre los dobleces de mis sábanas y eso me paralizaba. Todo me paraliza ahora. De chiquita no era así. A veces mi mamá me cuenta lo enérgica que era antes, esas ganas de comerme el mundo, como dice ella. Pues el mundo me comió a mí mamá, perdóname. Pero creo que todavía hay esperanza. Hay días que siento esa presencia acogedora y tranquilizante, esa presencia de la que era antes. Y aquella niña dulce me coge de la mano y me acompaña hasta el baño para que tome una ducha y me vista. Mi niña se me aparece de vez en cuando en forma de petirrojo. Un petirrojo sereno y gordito que se posa suavemente en el marco de mi ventana y hace gárgaras de música con el viento. Casi todas las mañanas lo veo, y me acompaña.

Pero esta mañana me desperté y ya no sentía nada. Miré a la ventana en busca de consuelo pero no había rastro de mi compañero. Una sensación inexplicable se apoderó de todo mi cuerpo y, por más ridículo que suene, decidí salir a buscarlo. Me alisté, atravesé la sala de estar y salí del apartamento ante la mirada anonadada de mi mamá. No salía hace por lo menos cuatro meses. Bajé los tres pisos de mi edificio y salí a la calle. Salí. Y el hedor de la realidad me abofeteó. La basura, los andenes putrefactos, las palomas decrépitas revoloteando encima de mi cabeza, la mierda de perro que pisas inevitablemente. La verdad, siempre me sorprendió que un pajarito como mi petirrojo se posara en una ventana de un tercer piso entre tanta paloma y gorrión. Seguí andando por las calles de una ciudad que ya no reconocía. Todo estaba medio vacío, medio muerto. No había tanta gente en la calle como me esperaba. Tuve una sensación rara en el estómago. Qué idiotez, me dije, ahora donde se supone que encuentre yo un petirrojo. Alcé mi cabeza tratando de ver los marcos de todas las ventanas de los edificios que me rodeaban. Cuando me dolió el cuello paré sintiéndome aún más ridícula.

De repente, escuché unas risitas infantiles seguidas de murmullos. Venían del parquecito descuidado de al lado de mi apartamento. Al acercarme, vi a dos niños de unos once años sentados en el piso, al lado de los columpios. Los dos parecían muy entretenidos jugando. Me dio curiosidad y, animada, decidí acercarme aún más para ver mejor lo que yo me imaginé que era un juego de canicas. Pero escuché un gorjeo. Una gargarita de música. Y lo vi, aleteando sus alas con todas sus fuerzas. Las manitas blancas aplastándolo contra el pasto. Las manitas blancas asfixiándolo con sus dedos. Y se reían. Este sí que es testarudo, decía uno de ellos, no se deja. Salí de mi ensimismamiento y les grité que ¡qué hacían! que lo iban a matar. Los dos niños se voltearon a mirarme, me tiraron la lengua y salieron corriendo con ruidosas carcajadas. Me arrodillé en el pasto y recogí, con mucho cuidado, a la niña que fui.


Mikaela Huet-Vray es una autora colombiana (Bogotá), estudiante de letras en la Sorbona. Ha publicado poemas en el fanzine Serpiente de Montaña, iniciativa independiente colombiana.