reseña

La malilla cósmica

I

Las reseñas que se publicaron sobre Hecho en Saturno (2018), la última novela de Rita Indiana (Santo Domingo, 1977), la elogian con una especie de triste satisfacción. Usan palabras como “clásica”, “lineal”, “bien contada”; “irreprochable” es mi favorita: digna de un maestro que no juntó excusas suficientes para reprobar a la alumna que, a su juicio, obtuvo el siete sin merecerlo. Palabras como estas saben a reclamo cuando se dirigen a la obra de una escritora que había sido descrita con un lenguaje escatológico: el huracán del Caribe, la hija mutante de la Generación Beat y el neobarroco cubano, la monstrua queer que combinó sci-fi con modernismo europeo y ritmos de salsa y reggaeton ahora publica una novela con principio, desarrollo y desenlace, escrita en un español neutro, eficaz, cosmopolita (born translated, en la expresión de Rebecca Walkowitz). “Todo bien, muy limpio”, parecen decir. “Pero entonces. Por qué esta tristeza.”

II

Por lo general, cuando se dice que una escritora publicó un libro que “nadie se esperaba” se está hablando de una novedad positiva, una transgresión que no se veía venir y que sorprende con su frescura o innovación. Cuando digo que nadie se esperaba que Rita Indiana publicara Hecho en Saturno, estoy hablando de todo lo contrario. Es la entrega más reciente de una carrera literaria meteórica y multiforme que ha enseñado a las lectoras que pueden esperar cualquier cosa. Esta novela decente y legibilísima, por tanto, las agarró en curva.

La trama de Hecho en Saturno se resume fácilmente: un pintor dominicano viaja a Cuba para rehabilitarse; después de una serie de decepciones, ritos de paso, flashbacks y epifanías impecablemente construidas, se independiza trabajosamente de la droga y emprende el camino de regreso a casa, dispuesto, ahora sí, a hacer las cosas bien. Sus genealogías literarias son también identificables: Yonqui, el addiction memoir ficcionalizado de William Burroughs, y el realismo sucio de Pedro Juan Gutiérrez. En otro nivel, Hecho en Saturno se relaciona con una literatura latinoamericana del hijo del prócer: Mala onda de Alberto Fuguet, Gracias por el fuego de Mario Benedetti y, especialmente, Los años falsos de Josefina Vicens.

Hecho en Saturno suena como la muy digna primera novela de una escritora latinoamericana. El problema, claro, es que no lo es. Hecho en Saturno es la quinta novela de Indiana, una autora que ya tiene en su currículo dos hitos de la literatura caribeña, un disco de música experimental, y la consolidación, si no invención, de un género: el weird caribeño.

En 2005, Indiana publicó su segunda novela —un viaje camp y neobarroco titulado Papi— en Ediciones Vértigo de San Juan, Puerto Rico. En la novela, una encandilada (y aterrada) niña retrata de forma indirecta y rizomática a su Papi, un todopoderoso gángster dominicano. Como Galatea en la Sicilia de Góngora, Papi hace arder La Española de pavor y deseo cuando aparece, anunciado por el estribillo Es papi, que viene por ahí. Papi es un mash-up del Señor Barroco de Lezama, Omar de The Wire y Jason de Viernes 13, narrado por Ana Lydia Vega y Severo Sarduy. En 2011, Papi pasó al catálogo de Editorial Periférica y entró a la red global de circulación literaria en español.

Las siguientes tres novelas de Rita Indiana se publicaron bajo ese mismo sello, incluyendo su segunda obra maestra: La mucama de Omicunlé. Publicada en 2015, La mucama relata la historia de Acilde Figueroa, quizás el primer pícaro sci-fi de la literatura en español. En menos de 200 páginas, Acilde hace de prostituta, mucama, fugitiva, bruja, mecenas, mesías, pirata y ambientalista; viaja por el tiempo, cambia de sexo, transmigra entre cuerpos, roba, venga y traiciona; y fragua el plan de conservación de biodiversidad más delirante y estúpido de todos los tiempos, presentes, pasados o futuros. Hay accidentes nucleares, pandemias, exterminios, transhumanismo, devastación ecológica, brujería afrocaribeña, arte de vanguardia, arqueología y complots neo-castristas. Pone en juego el Caribe, la izquierda, el progreso, la ecología, el género (gender), el género (genre), arte culto y popular, la raza, la nación, la historia, el futuro, la vanguardia. Impulsada por un vertiginoso frenesí inventivo, la novela crea un mundo entero, contradictorio, tangible, extravagante y definitivo en relativamente pocas páginas. Es ligera y divertida y rebosante de vida, y a la vez mira al fondo de la pregunta escatológica (que siempre se ha planteado, pero que suena distinto ahora, al calor del antropoceno): qué es todo esto y dónde vamos a parar. El final, alas, es decepcionante y tibio, pero está bien. También lo será el nuestro.

Nadie que esté medio familiarizado con la discusión intelectual en las universidades de Estados Unidos se sorprenderá al saber que La mucama de Omicunlé (o Tentacle, como fue traducida en 2019) es un éxito en la academia estadunidense. Rita Indiana, como figura pública, también ha despertado el interés de muchos investigadores. Además de escribir, produce música que fusiona merengue, jazz, surf rock y spoken word con su banda, Rita Indiana y Los Misterios. La artista visual y directora Noelia Quintero, su esposa, ha hecho varios videos musicales para sus canciones, con la colaboración de Indiana. Apoya vocalmente las distintas luchas populares latinoamericanas a la vez que mantiene un riguroso escepticismo respecto a los gobiernos que han emanado de ellas. En la obra de Indiana, como en la de Kathy Acker, la transgresión sexual va de la mano con la transgresión textual.

III

Comparada con Papi y La mucama de Omicunlé, Hecho en Saturno es mucho menos emocionante. Empieza con la llegada de Argenis Luna, pintor dominicano, a una clínica de rehabilitación en La Habana. Argenis sabe que sólo lo reciben como un favor para su padre (un ex guerrillero dominicano y prócer del partido de izquierdas que gobierna en ese momento la D.R.), y que él no lo envió para que se desenganchara de la heroína, sino para esconderlo durante las elecciones que se aproximan.

Argenis da tumbos de la clínica a La Habana y de La Habana a Santo Domingo a lo largo de una trama suelta y episódica. Al igual que La mucama, Hecho en Saturno puede leerse como una picaresca intervenida: Argenis viaja de jefe en jefe y de enabler en enabler mientras intenta liberarse de esos dos archi-amos que controlan su vida: su padre y el caballo. Hasta cierto punto, esos son los tres ejes cuya interacción produce la novela: Argenis como pícaro, Argenis como Edipo, Argenis como adicto. Lo interesante de la novela es la forma en que el modelo de la picaresca, muchas veces considerado rudimentario y unidimensional, interactúa con las técnicas del modernismo europeo. En el capítulo que marca el final del primer tercio del libro, al despertar, Argenis ve unos tenis junto a su cama. Con ese detonante, Indiana construye una serie de recuerdos, epifanías y asociaciones que poco a poco dejan atrás la escena original hasta llegar a la infancia profunda del protagonista y recuperar un detalle clave que, si bien no lo llevará a ninguna meta concreta, lo ayudará a seguirse moviendo. La escena dentro de la escena recuerda la habilidad y soltura de Virginia Woolf. El tiempo se detiene a media acción; el relato sigue los recuerdos y asociaciones del personaje, recupera un detalle que lo transformará, y poco a poco retoma el momento original, decenas de páginas después.

Con algunas excepciones, escenas como esta se utilizan no para representar el ir y venir entre mundo y mente (paradigma de la experiencia moderna en las obras del high modernism; lo que Mauricio Tenorio llamó the city-like shape of modern consciousness), sino para mostrar otro nivel en el que Argenis no está al mando de sí mismo, de su mente, ni de su experiencia. A la vez que el cuerpo de Argenis se deja llevar por los designios de su padre y el ansia de la droga, su mente es apenas una capa fina de palabras que se adhiere a los objetos que lo rodean, como cuando se sienta frente a la playa y “una tras otra las preguntas brotan de su interior con la asiduidad del ir y venir de las olas”. Argenis es menos un personaje (una persona) que algo parecido a un actante de Propp, un nombre que aglutina actos, remordimientos y percepciones. Las técnicas del modernism, que en la tradición latinoamericana se han leído usualmente como gestos “modernizantes” (es decir, europeizantes) que buscan demostrar la existencia de sujetos autónomos, burgueses, liberales, etc., aparecen en la obra de Rita Indiana con el objetivo contrario: el de explorar la disolución del sujeto (o de un sujeto, por lo menos).

IV

En una entrevista reciente, Indiana dijo: “Mi proceso es buscar la forma de contar una historia no de una forma lineal, sino por medio de estos collages de distintas épocas y fuentes que van hacia lo mismo, caminan hacia un mismo final.” Una descripción de La Habana en Hecho en Saturno deja claro cuál es ese final: “La arquitectura barroca, las ceibas centenarias, las amplias aceras europeas, sin preguntas capciosas sobre las carencias de nadie, ni sobre el derrumbe inminente de infinitas ruinas dispuestas como sobras en el plato de un titán”. En una variación del Angelus Novus de Benjamin, el progreso histórico (incluso en su versión marxista) no es una tormenta que destroza el mundo y aleja al ángel redentor, sino un mesero siniestro que dispone el mundo para la entraña de Saturno, su origen y destino final.