Tercera parte de tres. Para leer la segunda parte de la entrevista, da clic aquí.
Traducción de Carlos Arroyo
—E.: Sí, pero de hecho no es un nombre alemán.
—D. F. W.: No, por supuesto que no. Es un nombre que suena vagamente germánico para los estadounidenses. No es el personaje más sutil. Pues los ángulos son matemáticos. Entonces no sé.
—E.: ¿La literatura te permite hacer esa discusión?
—D. F. W.: Vi esto en la hoja.
—E.: Sí, porque tuve que…
—D. F. W.: Está bien. Entonces déjame preguntarte: ¿qué puede hacer la literatura que otras cosas no pueden hacer?
—E.: Pues…
—D. F. W.: No es fácil, ¿verdad?
—E.: No, para nada. Pero pensé que eras más inteligente que yo. Entonces pensé que… Bueno, leí esto en la entrevista. Tú dijiste que el buen arte de alguna manera hace que no te sientas solo. Eso es algo a lo que yo soy adicta. Porque, tan simple como soy, estoy muy feliz cuando no me siento sola al leer algo. Y, ¿sabes? La buena literatura es algo muy musical para mí. Tengo ese sentimiento mucho. Porque, entre más enferma se ha vuelto la vida, las palabras se vuelven más fáciles. Es como algo musical. Entonces yo veo la belleza de las palabras y también lo musical. Y también lo filosófico y el no sentirse sola.
—D. F. W.: ¿Podemos contestar eso entonces? Eso es una mejor respuesta de la que yo podía dar.
—E.: No, primero te tengo que entrevistar.
—D. F. W. [al principio dirigiéndose al camarógrafo]: Pues, retroceda la cinta a lo que ella dijo y yo… No. Es una pregunta pesada. Hay algo musical sobre la literatura porque tiene que ver con patrones de significado que se desarrollan a lo largo del tiempo. Hay algo sobre leer, para mí, que no es como ver una obra de arte. Porque ahí yo elijo cuánto tiempo veo algo y qué veo, estoy siendo dirigido por un pedazo lineal de tiempo. Pero, en una pieza musical o en una película, ese flujo es dirigido por mí. No tengo ninguna elección más que seguirlo. Pero, en los libros, es raro, porque estoy moviéndome a través del tiempo a lo largo de esta cosa… No sé si tú lo hagas, pero, si he leído un párrafo que me gusta mucho, me regreso y lo leo otra vez. Entonces, estoy atrapado en el tiempo, pero tengo más movilidad adentro de ese tiempo. Y creo que… ¿Sabes qué? Lo he hablado con otros escritores y a la mayoría de las personas que hacemos esto nos gustaba leer de niños, seguramente por las mismas razones que a ti. Hay… Estoy intentando encontrar una manera de decirlo que no sólo suene estúpida y simple. No es necesario decir que en este cuarto hay cuatro personas. Todos parecemos ser amables. Hay límites grandes sobre lo que sabremos los unos de los otros. Por ejemplo, yo no sé qué estás pensando en este momento. Dios sepa qué hay en la mente de él [del camarógrafo]. Hay una forma de… Y hablo más como lector. Cuando estoy leyendo algo bueno y real, soy capaz de saltar esa pared de yo, y habitar a alguien más. Es algo que no puedo hacer —no podemos hacer— en la vida normal. Y, cuando habito a otra persona, a menudo lo que están pensando o diciendo o sintiendo son cosas que son como las que yo hago, pero me da miedo que haya algo malo con lo que yo hago y que sean cosas que nadie más haga. Hay una certeza tremenda sobre ese tipo de comunión y empatía. Después se vuelve más complicado, porque también tengo acceso a la mente del actor, de una manera que no tenemos si sólo estuviéramos hablando. La mayoría de mis amigos… Y a la mayoría de mis amigos no les gusta leer… A la mayoría de mis amigos, a quienes no les gusta leer, lo encuentran, A) aburrido y B) lento. Y yo no lo entiendo. Porque, para mí ver televisión, aunque es más fácil, es mucho más lento. Ver imágenes planas en una pantalla plana haciendo cosas interesantes… Y a menudo son muy fáciles de mirar… Es muy diferente de saber lo que es estar adentro de la piel de otra persona. O saber lo que es poder pasar dos horas con un autor que puede hacerme sentir como que sé. Es como magia, para mí.
—E.: ¿Y también es conflicto?
—D. F. W.: No puedo recordar qué escritor estadounidense fue. Lo escuché hablar y dijo que su trabajo es reconfortar a los perturbados y perturbar a los cómodos. Y, entonces, hay algo reconfortante sobre ser capaz de habitar a alguien más. Pero también hay algo muy incómodo sobre eso. Porque, normalmente, la experiencia que esa persona está teniendo es justamente una que a mí no me gusta, o que no he logrado entender. Y me parece que la división más grande no es entre la música y la literatura, o entre la música y la escultura, o lo que sea. Hay formas de arte que nos ofrecen escapes de nosotros y nuestras vidas diarias. Y creo que eso es divertido en dosis pequeñas. Y también hay tipos de arte que nos ofrecen más confrontación con nuestras vidas. Y no creo que sea sorprendente que no haya tanta demanda o tanto dinero para estos últimos tipos. Porque es más difícil y menos placentero, a veces. Y toma habilidad y educación volverte bueno leyendo y escuchando, para ser capaz de sacar placer de ahí. Hay un elemento de clase ahí, que se vuelve complicado. Pero creo que vale la pena. Creo que leer y escribir valen la pena. Es muy profundo. Me salió bien eso, en medio. Fui lúcido. Lo único que hice fue repetir lo que tú dijiste, pero yo me tardé diez veces más. E hice esto [hace gestos de revoltijos con las manos] mucho más. Dios, hace calor aquí.
—E.: Sí.
—Camarógrafo: Sí que sí.
—E.: Entonces, hemos llegado a algo que de hecho tengo… [Al verlo incómodo y acalorado:] ¿Quieres que te traiga un vaso con agua o algo?
—D. F. W.: No, estoy bien. Sólo me quedaré sudando en mi silla. Está bien. No es problema.
—E.: Serás el típico estadounidense.
—D. F. W.: Sí, el estadounidense sudoroso. Me da orgullo sudar en nombre de los Estados Unidos de América [risas del camarógrafo].
—E.: Entonces, estaba a la mitad de una pregunta que puse en esta hoja de papel, que te enviamos por correo electrónico o por fax.
—D. F. W.: Y que yo recibí.
—E.: Impresionante. Bueno saberlo. [Recita de la hoja:] El miedo del escritor de que su trabajo y su persona, de alguna forma, se vuelvan banales, se aplanen, se abusen, tan pronto como los medios…
—D. F. W.: ¡Yo no recuerdo eso! ¿Dónde está escrito eso?
—E.: Aquí.
—D. F. W.: ¡¿Banal?!
—E.: Sí, no sé si eso…
—D. F. W.: Ah, sí.
—E.: Es “banalizado”. ¿Me inventé esa palabra?
—D. F. W.: ¡Qué interesante! Mi copia de la hoja llegaba hasta acá [señala en la hoja].
—E.: ¿En serio?
—D. F. W.: Sí, no estaba nada de esto.
—E.: Ay, por Dios.
—D. F. W.: No, está bien. Entonces, ¿estamos hablando del mercadeo de la escritura?
—E.: No, me refiero a… [Recita de la hoja:] El miedo del escritor de que su trabajo y su persona se vuelvan banales. Bueno, no sólo es eso, pero digamos que sí tiene que ver con la promoción.
—D. F. W.: ¿El trabajo y la persona son la misma cosa?
—E.: No, no.
—D. F. W.: Pero ambos se vuelven…
—E.: Sí, ya sabes, cuando estas ahí afuera, con los medios. ¿Qué pasa ahí?
—D. F. W.: Veo una paradoja aquí. ¿Yo voy a hablar de las dificultades de lidiar con los medios, pero estoy hablando con los medios? Fingiré que estoy hablando contigo, pero, cuando esto salga al aire, vas a tener esta cara sudada en la cámara hablando de lo difícil que es, como escritor, estar frente a una cámara. En ese caso, si yo fuera el televidente, pensaría: ¿por qué está este cabrón frente a la cámara? ¿Entonces cómo sugieres que maneje esto?
—E.: Sí, veo que es una paradoja, pero al mismo tiempo, es muy… O sea es un miedo legítimo. Entonces… Yo pienso en esto todo el tiempo. Pienso en la literatura, pero pienso, ¿estoy haciendo esto? ¿Qué tal lo estoy haciendo? ¿Cómo puedo preservar estas cosas? Es una paradoja para mí también. Por esa razón, creo que es algo en lo que puedes pensar.
—D. F. W.: Claro. Bueno, hay varios intercambios. En Estados Unidos, hay una división entre las editoriales corporativas y las editoriales non-profit, que normalmente son muy chicas y publican mucha poesía y ficción vanguardista. Si tú tienes “suerte”… [Hace comillas en el aire.] Éstas comillas dan miedo. Si tienes suficiente suerte para que te publique una editorial corporativa, te dan más exposición. Te hacen reseñas en el New York Times y no sólo en el periódico local. Te traducen a otros idiomas. Pero las cosas literarias hacen a las editoriales corporativas perder dinero, casi siempre. Y una de las formas en las cuales intentan no perder dinero es con mercadeo. Y, por razones que todos han intentado explicarme, pero yo sigo sin entender, hacer que el autor vaya por ahí y hable y lea… Lo que más les gusta hacer es enviarte a una librería. Das una lectura en una librería. Y a lo mejor hay doscientas personas ahí. Pero, mientras estás en alguna ciudad, haciendo una lectura para alguna librería, hablas con el periódico local y a lo mejor haces algo como esto, que genera publicidad gratis para el libro. Mis problemas con eso son los siguientes: mis cosas… No me parece que sean para leerse en voz alta. En realidad no hay… No se supone que viva en el aliento. No tiene suficientes signos de puntuación. [Se ríe.] Y no siento que lo lea muy bien en voz alto. Eso es A. Y B, encuentro que la mayoría de… Cuando hay una sesión de preguntas y respuestas como la que estamos teniendo tú y yo… Aunque tú y yo estamos teniendo una sesión mucho más larga. Pero, sobre todo con un reportero de periódicos o con una sesión de preguntas y respuestas al final de una lectura, la pregunta es fácil de responder si es aburrida o estúpida. Las preguntas buenas no se pueden responder en ese formato. ¿Cierto? Son preguntas que tendrías que responder tomando una taza de té o de café. Son cosas que sólo se pueden responder en conversaciones entre dos personas. Entonces yo siempre me siento vagamente fraudulento. Hay algo sobre hacer esto, donde tú estás ayudándome. Estamos fingiendo que estamos teniendo una conversación. Y yo también estoy fingiendo que no hay cámaras por allá. Pero, de hecho, todo esto está en televisión y yo sé que tengo que ignorar… No se supone que voltee a ver a la cámara [Voltea a la cámara.], porque eso no hace una buena entrevista. Pero, confía en mí, cuando yo estoy sentado aquí, la cámara es lo único que veo. Es bastante extraño. Y entonces, ¿por qué lo hago? Hago una variedad de tratos y hago unas pocas cosas. Conozco a algunos escritores a quienes les gusta esto. Y es bastante halagador. O sea, ustedes vinieron. Me pone nervioso y me pone ansioso que tengo que hablar de cosas que casi siempre encuentro que son imposibles de discutir en voz alta. O, si no, empiezo a decir: “—¿Cuántos días se quedan en el pueblo? —Tres días.” Pero yo le debo… Tengo una agente a quien le debo veinticinco mil favores, porque ha hecho muchas cosas buenas. Y también es emocionante para un escritor que lo publiquen en otro país. Entonces, ella dice: “Esta editorial alemana es muy buena. Van a publicar el libro bien”. Aunque no creo que mi inglés se pueda traducir al alemán, porque es muy idiomático.
—E.: Sí deberías publicarlo.
—D. F. W.: Muy buena publicidad, muchas gracias. “Y todo lo que necesita esa editorial es que tú les ayudes a vender libros, para que no pierdan dinero”. Entonces se vuelve muy difícil decir que no. Por otro lado, no creo que sea tan bueno hacer esa publicidad. Quizás en un programa como éste… No hay algo similar en Estados Unidos. pero eso de ir a leer en librerías es convertir a los escritores en versiones baratas de las celebridades. La gente no viene a oírte leer. Viene a ver cómo te ves y a ver si tu voz concuerda con la voz que ellos se imaginan cuando leen. Y nada de eso es importante. Es… guácala. No sé si haya una traducción al alemán para “guácala”. En términos de la banalidad, no sé. La banalidad, para mí, significa, general, simplista, superficial y vacío. Y, si trabajas así, pagas ciertos precios. No tanta gente lee tus cosas. Pero la gente que sí lo lee y está interesada, estás seguro de que… Lo que me gusta de trabajar así es que sé que mis lectores son tan listos como yo. Creo que si eres alguien como Crichton… Alguien que tiene un título de Medicina de Harvard, pero está escribiendo para una industria masiva, las cosas se ponen raras. A mí no me preocupa que la gente que lee mi trabajo lo malentienda o lo banalice, más allá del nivel de banalidad que ya tiene. Sí me preocupa, y es raro, que cuando se traduce a idiomas que no conozco… No sé qué haya ahí. Hay tantas frases estadounidenses ahí que no sé si se puedan traducir o no.
—E.: Es muy difícil traducirlo. Creo que la gente que tradujo tu trabajo a alemán son gente que conoce tu trabajo mucho. Conozco a algunos de ellos.
—D. F. W.: Es muy bueno saber eso. Y yo puedo creerte, pero sigo teniendo este extraño… La cosa es que… A lo mejor tú también tienes esto en tu trabajo. El término es control freak. Yo quiero controlar cada palabra que está ahí. Y es difícil. El único idioma que sí puedo leer, leí la traducción, y era tan diferente de lo que yo quería decir, que decidí que era hasta mejor que se hiciera en idiomas que yo no conozco. ¿Eso es una respuesta?
—E.: Sí, claro. Una cosa que también me llamó la atención es que, cuando hablaste en una entrevista sobre la soledad existencial…
—D. F. W.: ¿Dije las palabras “soledad existencial”?
—E.: Algo así.
—D. F. W.: OK.
—E.: Pero, ya sabes, yo soy alemana. A veces entiendo las cosas mal.
—D. F. W.: No, para nada.
—D. F. W.: Eso es algo que me gusta escuchar a un autor decir. Porque es la única cosa que busco. En las cosas que leo, busco testimonios de soledad existencial. Entonces, ¿eso es algo con lo que te relacionas?
—E.: Sí. Si entiendo tu pregunta, es sobre lo que hablábamos hace dos preguntas. Hay algo doloroso en estar en un cuerpo y una consciencia que no pueden aceptar, mediante la conversación, que estará en la cabeza de alguien más. Hay una magia… No sé mucho sobre música, pero la gente que sí sabe dice que hay una pureza en la manera en la cual el estado emocional del músico se puede transmitir por el instrumento. No pueden hacerlo de ninguna otra forma. Quizás la mayoría de los tipos de arte tengan esta cosa mágica. Por un momento, hay una reconciliación y comunión entre tú y yo que es imposible de cualquier otra forma. Pero también es el tipo de cosa que es tan pesada y general, que, sobre todo después de que él [Voltea a ver al camarógrafo.] usó la palabra “pontificar”, siento que…
—E.: ¿Qué significa esa palabra? Nunca la he escuchado.
—D. F. W.: La palabra “pontificar” significa hablar pomposamente sobre asuntos muy complejos y abstractos. Es peyorativa. Pero él lo dijo de forma chistosa. Es… Y eso es otra cosa sobre ser un estadounidense. Cuando oigo la palabra “existencialismo”, giro los ojos hacia arriba. Digo: “Ah, que palabra tan grande, sexy, filosófica”. Y se vuelve difícil hablar seriamente sobre ella, porque lo único que puedo oír en mi cabeza es a gente burlándose por lo serio y aburrido y tonto que soy. Si eso tiene sentido. Buena suerte editando esta cinta.
[Hay un corte. La pantalla se vuelve negra.]
—D. F. W.: Sí, tu acento alemán está mucho mejor ahora. Qué sorpresa.
—E.: Sí, es cierto. En Alemania, cuando hablo de mi generación… La gente en mi profesión la mayoría de las veces tiene muy buena educación. Y todo esto. Pero también hay un sentimiento de no poder hacer nada con eso. ¿Sabes? Tienes muy buenas condiciones al inicio. Y, después de eso, piensas, ¿qué sigue? ¿Qué voy a hacer con esto? ¿Sabes? A lo mejor no es la realidad, pero tienes el sentimiento de no estar haciendo nada con tu vida. ¿Qué piensas sobre eso?
—D. F. W.: [Hace un gemido de susto.] Sé que hay una paradoja en Estados Unidos, de la gente que consigue trabajos poderosos. Tienden haber ido a buenas escuelas, a menudo a escuelas donde se estudian artes liberales, que es filosofía, los clásicos, idiomas. Y es sobre la nobleza del espíritu y ampliar la mente. Y, de eso, te vas a una escuela especializada para aprender a demandar gente o para aprender a escribir publicidad para que la gente quiera comprar camionetas. Y sí. No sé qué pienso sobre eso, más allá de que no estoy seguro de que haya sido diferente antes. Porque muy pocos de nosotros… Y hay cosas sobre mi trabajo que no me gustan, pero ésta es una cosa que sí me gusta: yo puedo usar casi todo lo que aprendí. Y es algo que resalta cuando estoy quejándome. A veces es trabajo solitario. Y a veces te preocupa que no seas bueno. Sé que en Estados Unidos hay toda una clase… Hablo de una clase muy específica. De la clase alta y media alta, cuyos padres pudieron enviarlos a escuelas muy buenas, donde tuvieron muy buena educación. Que a menudo están en trabajos que ofrecen recompensas financieras, pero no tienen nada que ver con lo que les enseñaron, de manera persuasiva, que era importante y que valía la pena. Y eso… Nunca lo he pensado en esos términos. ¿Es una paradoja, no? ¿Ustedes qué dicen sobre eso? ¿Qué concluyen?
—E.: Ésa es la cuestión, que no sé qué concluir sobre eso. No sé si es un fenómeno que tiene que ver con cierta generación.
—D. F. W.: Por ejemplo, un amigo tuyo, de tu edad, cuando ibas a la escuela con él, que ahora es empresario, diría que tú estás mejor que él. Porque tú estás usando las cosas que aprendiste. ¿No?
—E.: Sí.
—D. F. W.: Sí. ¿Sabes qué? Podríamos hablar de esto durante mucho tiempo. Pero no sé si puedo decir algo que sea interesante, desde el punto de vista de la cámara. Es mi sospecha que esto tiene algo que ver con algo que se explicó en el pecado original, en el Génesis. Conforme nos hacemos viejos, tenemos que conseguir dinero para hacer cosas, para seguir vivos. Y hay cosas sobre eso que a menudo se sienten muy mal. [Se ríe.] Sería muy lindo si cortaras eso, porque se sintió raro. No sé.
—E.: A lo mejor la alienación es parte de eso, ¿no? En tu libro, en La broma infinita, hay personas que no quieren crecer. Se sienten alienado de lo que empezaron. Y dicen: hemos hecho esto y lo otro…
—D. F. W.: Pero no estamos hablando de una alienación marxista. No estamos hablando de la alienación de los medios de producción. Sí, hay una… La cosa es que, en Estados Unidos, creo, dudo que alguien que sólo fue a la preparatoria, a la escuela secundaria, y está trabajando en una fábrica sienta… Dudo que se levante y diga: “Dios, al menos tengo todo este aprendizaje humanista que no estoy usando”. No imagino que él esté más satisfecho o nutrido por su trabajo, tampoco. Pero tú y yo somos parte de una clase y una generación que es muy articulada sobre cuáles son nuestras quejas y sobre qué nos hace sentir incómodos. Y creo que, si hay algo que caracterice a nuestra generación no es que se nos ocurran nuevos problemas y nuevas soluciones, sino que somos infinitamente verbales al respecto. Y eso es probablemente un comienzo. Al menos la gente puede hablar sobre eso. Pero sí.
—E.: Hablando de este dilema, de querer estar entretenido… Y tú mencionaste que hubo algo en Estados Unidos, hace unos días, un movimiento en cierta dirección. Tú me preguntaste qué pensaba y yo creo que fue hace diez o veinte años. Entonces, ¿cómo crees que será en un par de décadas, en Estados Unidos? O sea, ¿cómo seguirá esto?
—D. F. W.: No sé. Tengo miedo. No sé si pudiera decirte algo sobre los últimos años que alguien más no pudiera decir. Cuando era joven, o más joven, solía… Hay una forma en la que en Estados Unidos estamos cómodos, muy cómodos. Y yo solía pensar que algunas de las respuestas políticas y sociales que yo pensé que deberían… Yo pensé que algunas de las correcciones sociales y políticas que deberían pasar sólo pasarían si hubiera algún cataclismo o infortunio, y ya no estuviéramos tan cómodos como ahora. El hecho de que ahora tenemos evidencia clara de que la forma en la cual vivimos y las relaciones que tenemos con algunos países han hecho que algunos nos odien tanto que quieren asesinarnos, y quizás tengan éxito en asesinar a muchos de nosotros, me aterra, sólo porque… Cuando estaba creciendo, algunos de los periodos mitológicos de la Gran Depresión, la era de Weimar, era que, según la historia, todos se unieron. Fueron tiempos difíciles y nadie tenía lo suficiente. Todos se unieron. Parece, ahora, que la reacción del país al terror y la inseguridad es comprar vehículos de utilidades de deportes, que son unos tanques enormes, y hacer que las personas se sientan seguras. Pero también, a cuatro mil millas de distancia, en un país donde la gasolina es un quinto de lo cara que debería ser, hay una sanidad en Europa sobre los precios de gasolina que no hay aquí. Y la gente está votando por gente que decide ir y matar a cientos de miles de civiles, para matar a unos cuantos enemigos. Nada de esto es importante. Pero el hecho de que nadie aquí esté hablando sobre la conexión entre cómo vivimos y lo que conducimos y las cosas que están pasando… La velocidad con la cual se convierte en: “Esas personas malas, esos fanáticos malos. Son malos. Lo que en realidad odian es nuestra libertad y nuestra forma de vida”. Que es difícil de tragar, ¿no? ¿Quién odia la libertad? La gente odia a la gente, no la libertad. Yo ahora no sé qué va a pasar. Y yo soy un estadounidense que está asustado. Desde que era niño y aprendí que Estados Unidos tenía bases intercontinentales… Desde entonces no he estado tan asustado. Y lo que más me asusta… Esto es totalmente personal, pero tengo más miedo por nosotros que por todos los demás. Eso es un lugar oscuro. No sé cómo me siento al respecto. Vas a usar esto, si quieres. No creo que sea un mal país. No creo que la gente de Estados Unidos sea mala. Creo que hemos tenido las cosas muy fáciles materialmente, durante mucho tiempo. Y que hemos tenido muy poca ayuda para entender que hay cosas que son importantes además de estar cómodos. Y no creo que nadie sepa cómo reaccionaremos si las cosas se ponen difíciles aquí. Y el hecho de que seamos fuertes militar y económicamente también da miedo. Para algunos de nosotros, los estadounidenses. Por suerte, no muchos estadounidenses verán esto en Alemania.
—E.: ¿Hay muchos medios de rebelión?
—D. F. W.: Claro.
—E.: ¿Cuáles son?
—D. F. W.: Bueno, pues hay gente que lo hace por todos lados. No sé nada sobre la gente que es repelida de los edificios y que les avientan gas lacrimógeno. La gente que yo conozco que se está rebelando no compra muchas cosas, y no obtienen su visión del mundo de la televisión. Y están dispuestos a gastar cuatro o cinco horas investigando una elección, en vez de dejarse guiar por los comerciales. La cuestión es que, en Estados Unidos, pensamos en la rebelión como una cosa sexy, que involucra acción y fuerza, y se ve bien. Yo supongo que las formas de rebelión que cambiarán las cosas de manera importante serán calladas e individuales. Y probablemente no serán interesantes de ver. Espero cosas menos interesantes y no más interesantes. La violencia es interesante, y la corrupción horrible y los escándalos. Y sables temblorosos hablando sobre la guerra, demonizando a un billón de personas con una fe diferente en el mundo. Todas esas cosas son interesantes. Sentarse en una silla y pensar qué significa esto, y en por qué el auto que conduzco quizás tenga algo que ver con qué sienten sobre mí las personas en otras partes del mundo. Eso fue muy cercano a la verdad. Además, es un poco tonto. Yo soy escritor. No soy político ni un pensador político. Sólo soy un estadounidense asustado, viviendo en California.
—E.: Sólo una pregunta más. ¿Crees que haya oportunidad de que nos deshagamos del amor por la atracción, por lo visual? Dijiste que la rebelión supuestamente debe ser atractiva. La gente piensa que es atractivo tomar un arma y ser un rebelde. Pero no se supone que la verdadera rebelión sea atractiva. Porque no lo es. Entonces, ¿cómo nos deshacemos de lo visual?
—D. F. W.: Es raro decir esto en la televisión, pero hay algo sobre… No hay nada malo con… No es que haya algo malo con interesarte por lo que es interesante y atractivo. Pero me parece que la televisión y el entretenimiento corporativos, como son tan caros, para ganar dinero, tienen que ser atractivos para una audiencia muy grande. Eso significa que tienen que encontrar cosas que mucha gente tiene en común. Y no sé tú, pero aquí creo que la mayoría de nosotros tenemos en común intereses básicos, no interesantes, egoístas, estúpidos. La atracción física, el sexo, un humor fácil, el espectáculo vívido. Esas cosas, las veré inmediatamente. Y tú y tú y tú y tú. Entonces está en nuestros intereses más básicos y aniñados que somos una masa. Las cosas que nos hacen interesantes y únicos y humanos, esos intereses tienden a ser ampliamente diferentes entre mucha gente. Yo creo que… En términos de la cultura masiva estadounidense, para que las cosas cambien significativamente, se necesitará la fragmentación de la industria de entretenimiento. Algo como lo que ha pasado en la industria de revistas estadounidenses, donde, en vez de tres o cuatro revistas con millones de suscriptores, tienes miles de revistas, cada una con unos cuantos miles de suscriptores. Si el entretenimiento se puede volver más de nicho, es posible que las compañías que sacan estas cosas puedan hacer dinero sin tener que apelar a veinte millones de personas. Porque yo no creo que sea maligno, creo que es como funciona. La única manera de conseguir que diez o veinte millones de personas se interesen por lo mismo es bajándote mucho. Porque a lo mejor a ti no te interesan ningunas de las cosas que he nombrado, inmediatamente, pero a mí sí. No soy diferente de los demás. Hay unas cuantas personas a quienes no les interesa nada de eso.