I.
Una casa es un muro que se prolonga
una enredadera que extiende su largo y verde brazo
y abraza el vacío de una habitación que no existe hasta entonces.
Una casa es una frontera al acecho de los bárbaros
que asoman sus caras barbadas a las puertas y ventanas
porque en la mesa hay pan caliente
recién salido del horno de piedra.
Una casa es una caverna.
Una casa es una jaula para fantasmas
que no renuncian a la esquina que los cobija
aves raras que no vuelan pero sí gritan.
Una casa es un muro largo
que envuelve el cuarto de los niños
que no será nunca el cuarto de los niños
porque he renunciado a la paternidad.
Una casa es una afrenta a lo desconocido
mas detrás de sus murallas nada se conoce.
Yo no tuve casa.
Fui nómada.
El aire fue mi barca
y en mi espalda llevaba los fardos, la carga.
Apenas traspaso una puerta quiero irme.
Pero hay que casas que aprietan
que cazan
son animales salvajes que acechan en las esquinas
en la oscuridad de una calle tranquila.
Esta casa que habito me mantiene preso.
Trato de huir
pero cuando encuentro por fin la puerta
una suave voz advierte que llegue lejos
y el cemento se estira
pues una casa es un muro que se prolonga
que se prolonga
y sigue
sigue
sigue…
II.
Hay una herida abierta
y en la herida corre un río de aguas claras, limpias
y a manera de homenaje este río me lleva en hombros.
De mi frente brota la rosada flor
de fragancia deliciosa
que embriaga de alegría los corazones de los que están a la orilla
cantando en un idioma extranjero el encuentro fortuito.
Lágrimas salen de mis ojos y se vuelven río
y yo me vuelvo uno con el agua
un agua que limpia la herida abierta
un agua que se vuelve espuma, algodón de agua
un agua que se disuelve por fin en el estallido final contra la roca.
Que nadie sufra:
En el río permanecerán los pétalos rosados de fragancia deliciosa
escamas rosadas de una víbora diáfana que custodia mi herida abierta.