“¿Quieres sentirte mejor? Deja de leer libros nuevos”, escribió Emily Temple el mes pasado en la plataforma Lit Hub. Temple abogó por desempolvar los estantes y leer libros “viejos” para escapar de los desaires de 2020. Y es que la literatura reciente, aclaró, no ofrece el mismo consuelo que un libro de otra época. Con ese espíritu, ofrecemos esta lista de nuestras lecturas favoritas del año. Abajo recomendamos libros y cuentos recientes, libros con antigüedad respetable, libros viejos, y también, porque no todos buscamos lo mismo en la literatura, libros sobre el futuro. Esperamos que alguno atrape su mirada.
Feliz año nuevo.
De Azucena:

Cumbres borrascosas, de Charlotte Brontë. ¿Qué fuerzas oscuras reinan en este texto? La intensidad del antihéroe que declara: si no hay amor, que haya muerte. La malicia envidiable de la heroína que asegura: yo hago lo que se me da la gana. El lenguaje simplón de la narradora, la sirvienta Nelly, que abre los oídos del joven Lockwood, y los nuestros. Nelly fue testigo de la vida desgraciada de Heathcliff y contarla le produce placer malsano. Cumbres borrascosas es un chisme muy largo ejecutado con maestría. En marzo, cuando se publicaban reseñas de La peste y La montaña mágica para teorizar sobre la epidemia, releer el desamor de Cathy y Heathcliff me ofreció un horizonte limpio y reconfortante.

“Tachas”, de Efrén Hernández. Un joven distraído mira por la ventana mientras su maestro dicta la lección. Las nubes avanzan y se tuercen en el cielo azul. Él ha dejado de atender la clase. De pronto el maestro lo atrapa y le hace la pregunta que inicia el relato: ¿Qué son tachas? Quiere saber si el estudiante ha estado prestando atención. La mirada del joven va más allá y se funde con el pensamiento existencial. “¿Quién va a saber lo que son tachas? Yo, por mi parte, como ejemplo, no puedo decir lo que soy, ni siquiera qué cosa estoy haciendo aquí, ni para qué lo estoy haciendo”. En este cuento, Efrén Hernández presenta la característica definitiva de su narrativa: la libre asociación y el desvarío agudo y sensible. El tren de pensamiento, de un modo u otro, llegará a su destino. Disponible aquí.

Nieve de primavera, de Yukio Mishima. El primer volumen de El mar de la fertilidad abre con los mejores amigos Honda y Kiyoaki, hijos de familias promientes del Japón posterior a la guerra ruso-japonesa. Honda, estudiante brillante y dedicado, permanece en las sombras mientras se desenvuelve el romance entre Kiyoaki y Satoko. El embarazo accidental de Satoko desencadena los hechos más importantes de la novela: hundida en vergüenza, la muchacha corta su abundante cabellera y busca la protección de monjas budistas. En el convento hace un juramento de castidad y renuncia para siempre a su relación clandestina con Kiyoaki. Él la busca, desesperado y herido. Avanza hacia el convento dando tumbos en la nieve. Aunque su corazón se debilita en cada vuelta, las monjas le niegan una audiencia con Satoko. Es Honda, el protagonista verdadero, quien asiste a su amigo. Así escucha la visión definitiva, la que explica los otros tres volúmenes de la tetralogía, en voz de Kiyoaki: “Nos volveremos a ver. Bajo la cascada”. El libro más bello que leí en 2020.

“Opus 123”, de Inés Arredondo. Aunque los relatos más famosos de Arredondo pertenecen a La señal y Río subterráneo, en Los espejos encontré uno distinto, más extenso, que se convirtió en uno de mis favoritos. Pepe Rojas y Feliciano Larrea sufren el desprecio de sus compañeros de escuela y de los patriarcas de sus casas. Sus compañeros los maltratan. Son la vergüenza de sus padres. Los niños perciben, de reojo, la existencia del otro; lo añoran, pero temen acercarse y empeorar la situación. La fijación silenciosa se cimenta, primero, sobre su homosexualidad; pero es el profundo amor por la música lo que los une de manera irrevocable. Este relato de Arredondo describe las consecuencias sentimentales de la homofobia para dos niños que, tímidos, apenas se abren al mundo social. Ambos deben aprender a vertir su felicidad, sus desdichas y penas, en el piano.

Con mis ojos a los muertos, de Magolo Cárdenas. La delicada imagen de una ciudad al noreste de México se vislumbra en esta mezcolanza de narrativa breve, los apuntes y las ocurrencias de Josefa, una alumna de un colegio de monjas, y los anuncios del gobierno municipal. En un apunte, Josefa escribe: “La madre Sorondo supo que habíamos ido a ver Lo que el viento se llevó y dijo: lo que el viento se lleva es su pureza y castidad”. La combinación estrambótica de textos permite que la escritora explote el humor y, a la par, ofrezca la mirada íntima y digna de una narradora-historiadora. Un libro brevísimo y creativo que me hizo reír.
De Armando:

All the Sonnets of Shakespeare, editado por Paul Edmondson y Stanley Wells. ¿Hay algo que pueda ofrecer una nueva edición de los sonetos de Shakespeare? Sí, mucho. Esta edición de Paul Edmondson y Stanley Wells es interesante por dos motivos: por un lado, no se limita a los 154 sonetos que Shakespeare publicó en 1609, sino que incluye los sonetos que están dentro de sus obras de teatro, como los de Romeo y Julieta, Enrique V o Troilo y Crésida. Por el otro, los poemas están organizados cronológicamente. Ambas características rompen con la lectura tradicional de estos textos y permiten mostrar el desarrollo del soneto en la obra de Shakespeare y de su trayectoria como escritor. Esta edición es tan atractiva para las personas que están acostumbradas a la obra shakespeariana como para las que no. Ofrecer una visión nueva de los sonetos en una forma comprehensiva, accesible e interesante es todo un mérito por sí mismo.

El ojo castaño de nuestro amor, de Mircea Cărtărescu. Los cuentos de El ojo castaño de nuestro amor ondulan entre la tristeza introspectiva y lo grotesco, pero le dan espacio a lo sublime y a una belleza visual abrumadora. Aunque casi todos los cuentos de esta colección remiten a la infancia del autor en la Bucarest comunista, también abundan los pasajes oníricos, el pasado histórico y las preocupaciones ensayísticas sobre la importancia de la literatura, de su herencia rumana y el lugar de la poesía en nuestros tiempos. Este libro, con sus momentos de luz y tristeza iridiscente, tiene una faceta poco usual en los textos de Cărtărescu, alimenta mi sospecha de que no hay un sentimiento humano ajeno a su obra. La brevedad hace que sus cuentos sean accesibles, a pesar de su densidad expresiva y su profundidad. Creo que esa combinación hace que este libro sea la mejor introducción a un autor fascinante y extraordinario.

Lolita, de Vladimir Nabokov. Por su tema, me rehusé durante un par de años a leer Lolita. Una novela sobre un pedófilo siempre tendrá razones de sobra para ser controversial e incómoda, mucho más si es tan buena. Evitarla fue un error. La repulsión y el rechazo que pueda y deba generar el protagonista se contrapone directamente con el lirismo y la hermosura de su relato. El libro funciona como una advertencia sobre el poder de la literatura y sus peligros, en la que se puede empatizar hasta con las figuras más monstruosas. Se lee como una carta de amor a la lengua inglesa, una exploración de sus sonidos, ritmos y asociaciones. Éste es un libro que hay que leer y, de ser posible, en voz alta. Su musicalidad es sobrecogedora.

La mesa limón, de Julian Barnes. A lo largo del año he regresado varias veces a este libro por sus ternuras inesperadas y su intimidad. Las páginas de esta colección magistral de cuentos están pobladas por personas envejecidas, que ven en retrospectiva sus deseos frustrados, particularmente los sexuales y afectivos. Sus pasados están llenos de relaciones disfuncionales, problemas de comunicación y domesticidades rotas. Me gustaría destacar por su sentido del humor “Vigilancia”, un cuento sobre un hombre desilusionado por la relación con su esposo, que, para desahogarse, comienza a callar a las personas que hacen ruido durante los conciertos de música clásica, así como “La de cosas que sabes”, que es sobre las reuniones de dos viudas que se hacen compañía, a pesar de no soportarse. Es una serie de retratos de nuestra humanidad, y de nuestros intentos de escapar de la soledad e insignificancia, con introspección irónica y delicadeza.
De Marcela:

Ellas hablan, de Miriam Toews. Con poco menos de 200 páginas, esta novela pesa. No pesa como el golpe de un martillo o una bola de demolición, pesa como el cansancio. Las mujeres que la protagonizan, habitantes de una comunidad menonita y víctimas de violación en masa, están en el proceso de dibujarse una nueva manera de existir. Los futuros que trazan, las estrategias que crean, los planes que solidifican con temor y gozo tienen una materia en común: el lenguaje. ¿Se irán de sus hogares o se quedarán a pelear? ¿Vale la pena quedarse por sus hijos, por el resto de los hombres? Ellas hablan, discuten, ríen, filosofan. Siempre lo han hecho, sólo ahora las escuchan.

Apegos feroces, de Vivian Gornick. Encontrarte en la figura, el habla, el rostro de tu madre. Pasar una vida juntas que no parece beneficiar del todo a ninguna. Gornick acude a la agudeza y al humor negro para hacer un recuento de su complicada relación con su madre desde la infancia hasta la madurez. Los diálogos que pueblan estos recuerdos hacen de este libro una novela perfecta, por más que sus personajes sean “reales”. A lo largo de todo el texto se encuentran, también, las reflexiones ensayísticas de la autora sobre la labor de la escritura, tan vigentes a finales del siglo XX como ahora.

Una vida de pueblo, de Louise Glück. La poeta que ha estado en boca de todos encuentra en este libro, como en el resto de su obra, el equilibrio entre sensibilidad cortante y austeridad. Una colección de poemas que se nutren de las praderas, las plazas de pueblo, los picnics en la hierba. Un medido, apacible y merecido descanso en medio del encierro. No culpemos a la poeta por las complicaciones relacionadas a la distribución de su obra, por su fama repentina. Leámosla.

La mancha humana, de Philip Roth. Roth conocía verdaderamente a los seres humanos, sus vicios, anhelos y maquinaciones. Su prosa expone en todo momento qué hay detrás de las palabras de la gente, evidencia la esencia oscura de todo lo que pasamos la vida negando. Esta novela, la última de su aclamada Trilogía americana, es su obra maestra. Una crítica a la academia norteamericana cruzada por una sociedad que se regodea con el escándalo entre Bill Clinton y Monica Lewinsky, da rienda suelta a su racismo después de los atentados del 9/11 y encuentra en la moral barata una droga que no ha podido dejar.
De Fiacro:

El planeta inhóspito, de David Wallace-Wells. Es difícil creerlo, pero iniciamos el año hablando de incendios, no de virus. A la distancia parecen algo menor, no sospechábamos lo que venía. Pero no lo son. Ése es el futuro que nos aguarda, y no prestar atención significa que cuando finalmente podamos salir a las calles será para intentar apagar el infierno. El planeta inhóspito es una recomendación obligada. Su lectura es depresiva, pero ahí radica su doble valor: no hace ningún esfuerzo para maquillar el horror que nos deparan las próximas décadas y tampoco cae en la trampa de presentarlo en el estéril lenguaje de la ciencia, que eso no moviliza a nadie. David Wallace hace un fenomenal trabajo en presentar las distintas aristas del problema, si todavía podemos llamarlo así, que tenemos en frente; y como dice la primera línea del libro: la cosa es peor, mucho peor, de lo que imaginamos.

Tales of Two Planets, editado por John Freeman. Uno de los desafíos más importantes de la crisis climática es la manera en que hablamos de ella, nuestra imaginación estéril. Incluso ahora, nuestras soluciones son patéticas: poner impuestos y, a lo mucho, sacarle el carbón al aire con ventiladores que aún no existen. Buena parte del problema viene de que no nos hemos dado a la tarea de crear buena ficción sobre nuestro nuevo futuro. Si las cosas salen bien ¿cuándo? Si vamos al despeñadero ¿cómo? ¿quiénes? El compendio de historias de Tales of Two Planets es un buen punto de partida para plantearnos cómo se ama en un planeta donde los árboles se mueren, cómo se vive en ciudades desbordadas de orina y heces, y por qué importa tanto la vida de un gorila llamado Bruno.

The Southern Reach Trilogy, de Jeff VanderMeer. Históricamente los alienígenas han sido víctimas de las peores adaptaciones de monstruos en la cultura popular. Posiblemente desde el debut en radio de La guerra de los mundos no haya habido algo a la altura del tema. Por eso me pareció agradable descubrir la adaptación de Netflix del primer libro de la trilogía de Jeff VanderMeer. La aparición antropomórfica del final no es una traducción fidedigna del horror que transmiten los libros, pero no le debe a la inquietud. Dicho eso, para la escala cósmica, la lenta desenvoltura que es el misterio del Área X y las torres que crecen de arriba para abajo, no hay de otra más que remitirse a los libros. Estoy haciendo una pequeña trampa al incluir una trilogía, pero para el lector apresurado al menos Aniquilación bastará.

Dune, de Frank Herbert. No es sencillo adentrarse a la saga de Frank Herbert: además de que el primer volumen tiene las dimensiones de un tabique, no ayuda mucho que los primeros capítulos están repletos de explicaciones y alusiones a un mundo desconocido. No obstante, los cimientos rinden frutos. Encima del detallado universo de Dune hay una trama de intriga política, épica galáctica y un planeta interesante por sí mismo; y a pesar de que las referencias históricas (las visiones jihadistas o la estructura imperial casi calca del Sacro Imperio Romano Germánico) son quizás demasiado evidentes, no deja de ser agradable encontrarlas en un contexto tan distinto.
Además, con la adaptación de Villeneuve a la vuelta de la esquina, es un excelente momento para adentrarse en la saga. Finalmente, si me compran la urgencia de sentarnos a imaginar el futuro, la ciencia ficción es uno de los géneros literarios más ricos. Dune no es la excepción.

Sontag: Vida y Obra, de Benjamin Moser. Es una tarea intimidante animarse a escribir la biografía de Susan Sontag. Por si no fuera suficiente que buena parte de su obra es incomprensible si no se tiene cierto dominio de los clásicos (lo que sea que eso signifique), adentrarse en el entramado de su vida sólo la vuelve una figura más imponente. Moser hace un estupendo trabajo presentando las cosas que decide presentar; y si bien hay que tomarse la narrativa con un grano de sal (también las biografías presentan lo que el escritor dice, no lo que realmente sucedió), la biografía de Sontag es una lectura estupenda para las vacaciones, perfecta para echarse un capítulo por noche.