En el conocido relato de la mitología griega, Dafne corre lejos de Apolo, flechado por Eros, en una huida que parece eterna. Desesperada por semejante hostigamiento, Dafne invoca la ayuda de Zeus, quien decide convertirla en un laurel. Mejor inanimada que soltera, parece ser el mensaje de esa historia.
Algo similar le ocurre a Constanza, personaje principal de Moho. Ella es una mujer digna, acomodada y “ya mayor”, receptora de todos los eufemismos que suelen utilizarse para las mujeres que alcanzan cierta edad. Una mañana, pocas horas antes de la boda de su hija mayor, Constanza descubre una mancha verduzca en su piel: se trata de un lunar rasposo y creciente, un moho que trepa por sus piernas, adueñándose de su cuerpo.
El moho avanza y petrifica a Constanza. Su cuerpo no es lo único que sufre una metamorfosis: su mente también es acechada por recuerdos dolorosos que involucran a su sobrina, la otra Constanza, con quien mantuvo siempre una relación difícil. Libre de adjetivos estorbosos, la prosa de Jonguitud avanza audaz, dirigiendo al lector hacia escenarios que, aunque perturbadores, se tiñen también de un humor oscuro. La autora utiliza la metáfora del moho para ejemplificar la lucha de Constanza contra su propia vejez, pero también contra una idea de la femineidad que, tras recubrirla por décadas en un abrazo tóxico, la deja totalmente desolada.
Jonguitud da forma a su exquisita sátira social memoria valiéndose de analepsis breves y perversas. Constanza la vieja, Constanza la joven, un esposo inútil y dos hijos que parecieran de papel conforman un retrato preciso de una familia disfuncional de clase media. En medio del hartazgo va dibujándose una imagen tan penetrante en la conciencia mexicana como el moho: las mujeres y sus cuerpos, breves santuarios de pulcritud, tienen una fecha de caducidad. Por más que, como Dafne, se lancen a la huida, las limitaciones de una sociedad mojigata no dejan de perseguirlas, de rodearlas con una dura corteza infecciosa.
La temática social de Moho, velada por una cautivadora intriga, diálogos sólidos y descripciones casi oníricas, ha sido comparada con la obra de Inés Arredondo y Mario Bellatin; sin embargo, la agilidad y frescura de su prosa le han garantizado un lugar propio dentro de la literatura mexicana.
En esta novela, Paulette Jonguitud logra con facilidad lo que pocos narradores consiguen: construye, en menos de noventa cuartillas, una historia infecciosa que sigue asediando días, semanas, meses después de su lectura.

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Jonguitud, Paulette, Moho, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010.