Cuando se habla de deconstrucción, ¿qué es lo que se rompe, lo que se deshace? Como todos los cuasi-conceptos que forman parte de la vasta propuesta filosófica de Jacques Derrida, no existe una respuesta única ni una definición concreta: el movimiento de la deconstrucción se dedica justamente a cuestionar los límites del lenguaje, del significado, de la conceptualización. La visión derridiana rechaza la seguridad de los orígenes y las jerarquías para contaminar los confines que las constituyen. Desplazar, interrelacionar, oponer, criticar: todos son actos relevantes en la mayor parte de las obras literarias, desde su concepción hasta su producción y subsecuente crítica.
No obstante, es bien sabido que hay textos que irrumpen más que otros. Tal es el caso de Facsímil (2015) del escritor chileno Alejandro Zambra, publicada en México por la editorial Sexto Piso. Esta obra es un ejemplo perfecto de la actividad deconstructiva, pues desde un principio se resiste a la clasificación: tomando como modelo la Prueba de Aptitud Verbal aplicada a los aspirantes universitarios en Chile, con su respectiva hoja de respuestas, es difícil determinar si estamos ante una novela, una colección de relatos, un ensayo o un poemario. Sobra decir que la participación del lector es crucial; al ir rellenando (o dejando en blanco) los alveolos, éste tiene la oportunidad de desplegar una multiplicidad de historias y de maneras de contarlas. Pero, ¿qué contar y para qué?
De entrada, Facsímil es una aguda crítica al sistema escolar chileno y a sus consecuencias en el desarrollo personal de los estudiantes; sin embargo, es también un acto de rebeldía dentro del ámbito literario y social. Su lectura invita a reflexionar sobre la posibilidad de que las escuelas no se han encargado de educarnos, sino de programarnos.
Facsímil está compuesto de cinco apartados, cada uno con instrucciones de contestado, además de una hoja de respuestas. Los ejercicios a realizar varían por parte, incluyendo ejercicios de término excluido, compleción y ordenación de enunciados y comprensión de lectura. Sin duda, esta estructura peculiar es lo que ha impedido que pueda adjudicársele algún género a la obra.
En La ley del género, Derrida refuta por completo la idea de que los textos literarios pertenecen inherentemente a algún género y propone que éstas siempre escapan a la definición. La propia noción del “género” contiene en sí misma su afirmación y negación: al decir que existen ciertos preceptos a los que las obras deben adherirse y por lo tanto negar la mezcla de géneros, se está afirmando la posibilidad de que ésta efectivamente puede darse. De esta forma, Facsímil se clasifica no como un género u otro, sino como una mezcla de todos que, como veremos más adelante, no nos debe certeza alguna.
Estas reflexiones derridianas han impulsado el surgimiento en el campo de la teoría literaria de los estudios de metaficción, definida por Carlos Lens San Martín como “una ruptura del pacto ficcional” en la que el lector se cuestiona los límites entre la realidad y la ficción. Una de las formas en que opera esta modalidad narrativa es la ruptura de las barreras del género tal como ocurre en Facsímil.
El tiempo corre y es momento de abrir los exámenes. Comencemos: ¿por qué este libro se llama Facsímil? Atendamos la página 15, en la que la obra se define a sí misma:
1. FACSÍMIL
A) copia
B) imitación
C) simulacro
D) ensayo
E) trampa2. RÉPLICA
A) calco
B) duplicado
C) fotocopia
D) temblor
E) súplica[…]
4. COPIAR
A) cortar
B) pegar
C) cortar
D) pegar
E) deshacer
Como lectores, podemos reconocer que, en efecto, estamos ante una especie de trampa. La forma de Facsímil imita los exámenes de opción múltiple que tanto hemos aprendido a detestar y la reta dándole la vuelta. En el ejercicio anterior, por ejemplo, la instrucción es “marcar la opción que corresponda a la palabra cuyo sentido no tenga relación ni con el enunciado ni con las demás palabras”. Sigamos, entonces: ¿cuál es la respuesta correcta?
Al entregarnos a la labor como haría cualquier estudiante dedicado, nos percatamos de inmediato de la imposibilidad de completar la tarea. Es cierto que no hay una relación clara entre las palabras por sí solas, pero vaya que la hay cuando se nos presentan de esta forma. Cada inciso bien podría leerse como un verso, encadenándose en el reenvío de significados múltiple e impredecible que caracteriza a la poesía contemporánea. El lenguaje no se mantiene estático y es imposible atribuirle una sola definición a las palabras. Para comprender lo que leemos, es necesario considerar otras posibles fuentes de significado y hacer caso omiso de las instrucciones. Hay que, como enfatiza el inciso E del cuarto reactivo, “deshacer”.
Continuemos. En “II. Plan de redacción”, se insta al lector a “marcar la opción que corresponda al orden más adecuado para constituir un buen esquema o plan de redacción”. ¿Cuál será el orden adecuado para esta historia? Veamos la página 23:
27. Un hijo
1. Sueñas que pierdes un hijo.
2. Despiertas.
3. Lloras.
4. Pierdes un hijo.
5. Lloras.
De nuevo, no hay una sola respuesta: los reactivos conforman minificciones cuyos acontecimientos pueden reordenarse sin perder su lógica. Así como no existe un solo significado para cualquier palabra, tampoco existe la noción de un orden “correcto” en esta obra. Aquí se alcanzan a percibir los ecos de la iterabilidad derridiana, que implica la idea de repetición que deviene en una re–contextualización y alteridad. La reordenación de las oraciones crea en todo momento un sentido diferente e irrepetible, que además puede variar dependiendo del lector. La pureza tranquilizadora de una respuesta correcta queda contaminada por la subjetividad de quien la contesta. Surge así la siguiente pregunta: en la página 28, ¿somos los únicos respondiendo esta prueba?
36. Cicatrices
1. Piensas que la distancia menor entre dos puntos es el trazo de una cicatriz.
2. Piensas: la introducción es el padre, el desarrollo el hijo y la conclusión el espíritu santo.[…]
11. En tu caso es un tumor.
A) 1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11
B) 1-2-3-4-5-6-7-8-9-10-11[…]
La figura autoral entra en escena en este reactivo. En los incisos A y B, ¿se nos impone una respuesta, o es que el autor detrás del reactivo está contestando al igual que nosotros, proponiendo su propia visión? Otra pregunta imposible de responder, otra duda que contamina el sentido del orden preestablecido y que remite al corazón de la deconstrucción derridiana.
Hay quien argumenta que esta “contaminación” de todo lo que conocemos sólo puede devenir en caos; sin embargo, la noción de un orden inapelable tiene consecuencias terribles que van más allá de una mala nota en un examen. Haciendo eco de la novela Formas de volver a casa (2011), Zambra no pierde la oportunidad de referirse con humor a las oscuras circunstancias de la dictadura de Pinochet.
Respondamos rápido: ¿qué no la única forma de entender a los chilenos es a través de este oscuro período de sus vidas? En Facsímil no hay lugar para la lástima ni la victimización. Su estructura reta una y otra vez a su lector, ridiculiza sus clichés y sus preconcepciones, como se ve claramente en la página 66:
73. Del texto se desprende que:
A) Los estudiantes copiaban en las pruebas porque vivían en una dictadura y eso lo justifica todo.
[…]
Zambra ataca implacablemente la Prueba de Aptitud Verbal equiparándola a cualquier texto ficcional que requiere de un pacto con el lector, que se ve “entorpecida” por la subjetividad de quienes la responden, pero sobre todo, de quienes la crean. La distinción entre la “verdadera” prueba de aptitudes y ésta, su facsímil, no es tan clara como podríamos creer. El orden que rige nuestra realidad, sus leyes y sus textos, no son imparciales. Detrás de ellos hay seres humanos, intereses, intenciones y prejuicios que rara vez tienen el bien común en mente. Pregunta final: ¿por qué creer fervientemente en una y no en la otra?
La complejidad de Facsímil es casi inagotable. La obra también puede leerse desde la Teoría de la recepción, mientras que el conflicto ético, moral e histórico podrían verse bajo la perspectiva de Foucault. Sin embargo, este portentoso libro resalta por la deconstrucción, la contaminación y el desplazamiento de lo que la educación formal (y de paso, la literatura) considera verdadero y correcto.
Cierro este ensayo con una cita que habla por sí sola (o eso nos hace creer):
74. ¿Cuál de las siguientes frases del profesor Segovia es, a su juicio, verdadera?
A) A ustedes no los educaron, los entrenaron.
B) A ustedes no los educaron, los entrenaron.
C) A ustedes no los educaron, los entrenaron.
D) A ustedes no los educaron, los entrenaron.
E) A ustedes no los educaron, los entrenaron.
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Zambra, Alejandro, Facsímil, México, Sexto Piso, 2014.